viernes, 28 de agosto de 2015

Miedos2

Gracias, por lo que nunca te he pedido y tú siempre me has dado. Por poner nombre a todas las palabras que intentaban salir de mi boca y por miedo no las encontraba.
Gracias, por llorar conmigo, como yo lloro ahora, enfadada con la vida, intentando encontrar resquicios en la tierra ya escarbada y que me recuerdan que todavía me quedan esperanzas.
Buscar tu cara en la cara de la gente, empujar a cualquiera que no se te parezca por el precipicio de la indiferencia, conseguir amar a cualquiera que me hable de ti.
Viene a mí la amarga intimidad de compartir el dolor, de ver lágrimas en aquellos que no deberían llorar delante de mí, verlas en silencio y a solas, con mucha gente y contenidas, verlas explotar cuando no hay absolutamente nadie, las mías.
Intentar que nadie las vea, evitar el tema, conseguir quitarle toda la importancia que puedo, confiar en ti como nunca lo conseguiría en mí, aparentar que eres capaz de controlar las vueltas que da la vida y dirigir la tristeza. Temer, como se teme a las olas que te adentran en la playa, que te someten a su voluntad y solo a veces consigues aprovechar la inercia de la marea para llegar a la orilla, y a pesar de haberte secado, saber que todavía no estás a salvo.
Hay momentos en los que no puedes bailar bajo la tormenta porque las nubes están en tu cabeza, eclipsan los pájaros que antes anidaban allí y te obligan a volar.



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